Y sigo soñando con el amor

Domingo en la tarde una copa de vino y una película la cual prometía ser una comedia ligera que no provocaría remover sentimientos acabo haciendo que mis dedos comenzaron a teclear estas líneas.

Quizás sea una constante en las historias de películas en las cuales al final al idiota sea de la edad que sea se le quita ese pequeño defecto el cual pareciera a las mujeres nos causa cierto encanto en los hombres y vuelve para arreglar las metidas de pata realizadas en más menos noventa minutos.

En la vida real el idiota en el noventa y nueve por cierto de los casos no regresa a solucionar las cuestiones que te llevaron a inscribirte a un gimnasio para intentar en lugar de llorar sudar, coger tus primeras borracheras, que la cerveza pasara de una bebida que no te agradaba a una la cual podría ser una opción, soportar hasta cierto punto la música de banda, jurar que era tu alma gemela y publicar en tu facebook que la prima de una amiga había confundido tal cosa con solo una lección de esas que la vida te da para hacerte salir del capullo y aprender que tus alas pueden florecer con o sin pareja.

Sin sonar a ese discurso feminista extremo, hoy tras varias jornadas de desilusiones con el innombrable puedo decir que las lecciones fueron buenas, siempre soñé con ser escritora y aunque al publicar estas líneas no sé si alguien las lea o no, esa parte de mi siente libertad de dejar fluir la creatividad que hay corriendo por mis venas.

Más lo más importante que he aprendido de los múltiples desilusiones con el famoso innombrable y algunos otros individuos los cuales parecían tener potencial, los cuales acabaron siendo un fracaso mayor claro está con grandes aprendizajes es que esas lecciones me van ayudando a a definir mi propio concepto del amor y por ende seguir soñando con algún día encontrarlo.