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Mi aventura en Cuatrociénegas (tercera parte)

  • Foto del escritor: Carmen Escorcia
    Carmen Escorcia
  • 19 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

A las 10 en punto llego mi guía para iniciar el tour que incluía las maravillas naturales de las Dunas de yeso, la mina de mármol, la pozas de las tortugas, la poza azul, el mirador Venustiano Carranza y para cerrar la visita a las bodegas Vitalí; armada con una buena capa de protector solar porque acostumbrada mi piel a la oficina, cuando llega a tocarla un poco el sol pareciera que me puse tres horas bajo el sol para el dorado perfecto.


Nuestra primera parada fueron la mina de mármol que resulto ser una especie de cerro del cual habían estado extrayendo por años este material. Al sacar la foto me quede pensando como la mano del hombre modifica de forma tan impactante lo que la naturaleza brinda.

La segunda parada fueron las Dunas de Yeso, conforme nos íbamos acercando mi guía un simpático personaje por cierto me dijo "Ya vio las casas de Infonavit", lo primero que pensé fue que inconsciencia del Gobierno de construir en esa zona donde no hay nada y antes de seguir el diálogo me aclaro que eran las Dunas de Yeso, sólo que localmente solían decir que a la distancia parecía una construcción de ese tipo.

El internarnos a las Dunas de Yeso fue una travesía de varios brincos en la camioneta, más valió la pena al 100% el trajín al bajar y poder ver esta estampa del desierto Coahuilense.


Las palabras parecen pocas para describir lo que uno vive en las Dunas de Yeso, el aire sopla con singular alegría llevándose consigo todo el stress acumulado de los meses de arduo trabajo que fueron recompensados con este regalo de la naturaleza el cual afortunadamente está siendo preservado al ser una zona protegida donde sólo se puede ingresar con un guía evitando así la contaminación del lugar. Estando aquí aprendí que el pueblito donde estaba recibe su nombre al estar rodeado de varios manantiales en sus cuatro puntos cardinales.

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La siguiente parada fue las pozas de las tortugas y la famosa poza azul, ver estas concentraciones de agua con esas tonalidades en que van desde el azul turquesa hasta el azul marino, respirando el aire que seguía soplando me hizo sentirme agradecida por haber tomado esta aventura.


Nuestra penúltima parada fue el mirador Venustiano Carranza, desde donde se puede ver todo el pueblito de Cuatro Ciénegas y donde casi pierdo mi gorra por la gran cantidad de aire que sopla en el lugar. Tras tanta visitada el hambre ya apremiaba así que fue conducida a las Delicias del Portón, una cocina económica donde me deleite con una rica ensalada muy basta para tomar fuerzas para la última parada que fue la visita a las Bodegas Vitalí, donde tras la degustaciones de los vinos artesanales producidos en el lugar compre una buena dotación que fungieron muy bien como souvenirs de viaje.

Cansada pero satisfecha pase el resto de mi día descansado en la alberca del hotel, disfrutando del lugar en solitario, un gran beneficio de viajar fuera de la temporada habitual y gracias a que tuve la fortuna de encontrar un hotel con la suficiente apertura de brindar un servicio así sea para una viajera solitaria como yo.

Día 5 de 100


 
 
 

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